Nos empeñamos en recibir aquello que no damos una y otra vez.
Como si estuviéramos convencidos de que lo hemos dado todo.
Quizá para salvarnos del dolor que provoca no haber evitado un final.
O tal vez por justificar que nunca miramos más allá de nuestras narices.
Culpamos al vecino cuando son nuestras las goteras.
Y no rectificamos aún llegándonos el agua al cuello.
Recaemos en insomnios por querer lo imposible.
Buscamos lo mismo en pieles distintas por retener demasiado.
Nos rendimos a una vida que no hemos elegido.
Y aún así criticamos al que lucha por romper la monotonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario